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COMENTARIOS ELEISON DCCXXXVII (28 -VIII – 2021) : LA SABIDURÍA DE LEFEBVRE – II

Además del equilibrio entre el liberalismo y el sedevacantismo (cf. estos “Comentarios” de la semana pasada), hay otro ángulo desde el que se puede ver la sabiduría de Monseñor Lefebvre al resistir “en su cara” a los Papas Pablo VI y Juan Pablo II, y es cuán excepcional fue en ese momento al ver cuán necesaria era tal resistencia para la Iglesia. Cuando en 1974 hizo su Declaración de noviembre, que fue como la Carta del movimiento tradicional que vendría, y cuando en 1975 fue castigado por ello con la “suspensión” oficial de su Fraternidad San Pío X y en 1976 con su suspensión personal de toda actividad como obispo por parte de Roma, la gran mayoría de sus cofrades en el episcopado se pusieron del lado de Roma, y muchos de ellos le presionaron continuamente para que cediera a Pablo VI, y dejara de “desobedecer”.

A lo largo de todo el camino, hasta la consagración de cuatro obispos en 1988 para la Tradición Católica, esperó poder reunir un pequeño grupo de cuatro o cinco obispos tradicionales que sabía que obstruirían seriamente la disolución en curso de la Iglesia por parte de los neomodernistas, pero aunque visitó a muchos, nunca encontró a ninguno que se uniera a él en su postura pública contra los disolventes romanos. Sólo en 1981 un cofrade se unió a él en público, y eso sólo porque el obispo de Castro Mayer, que acababa de cumplir 75 años, tuvo que dimitir como obispo diocesano de Campos (Brasil). Sin embargo, permaneció fielmente al lado del Arzobispo, en público, especialmente en la ceremonia de consagración de obispos en 1988, un gesto enormemente apreciado por el Arzobispo, porque demostró que el Arzobispo no era el único que juzgaba que la crisis de la Iglesia justificaba una acción tan drástica como las Consagraciones episcopales sin la aprobación papal.

Y los dos obispos clarividentes permanecieron juntos hasta que ambos murieron con un mes de diferencia en 1991. Sin embargo, ninguno de los dos fue seguido durante mucho tiempo, después de su muerte, por sus propios seguidores, lo que pone de manifiesto lo excepcional que había sido la clarividencia de ambos. En Brasil, el grupo de sacerdotes de Campos no tardó en dividir al obispo de Castro Mayer en dos: el pastor obediente antes de su rebelión “contra Roma”, y el “rebelde desobediente”. Y declarando que su lealtad era a “Castro I”, se escabulleron colectivamente de vuelta bajo las faldas de Roma. En cuanto a la Fraternidad establecida en todo el mundo que el Arzobispo había dejado, a los pocos años sus dirigentes estaban estableciendo contactos privados con representantes de la Iglesia oficial en conversaciones organizadas del GREC, y a los pocos años más el Superior de la Fraternidad anunciaba en público que sólo faltaba el sello final para un acuerdo oficial entre la Fraternidad y Roma. Para crédito de los líderes de la Fraternidad, el acuerdo nunca se ha producido todavía, pero para su descrédito, no ha sido por falta de intentos, y esiste entre Roma y la Neofraternidad un acuerdo oficioso muy fuerte.

Pero, ¿cómo atreverse a desacreditar tan agudamente a los dirigentes de la Fraternidad por sus nobles esfuerzos para recuperar su legítima condición de Congregación reconocida dentro de la Iglesia oficial? Respuesta, por los frutos de esos mismos esfuerzos talvez no tan nobles. ¿Pueden compararse los frutos de la Fraternidad cuando, detrás del Arzobispo, repudiaba tajantemente el contacto con los traidores a la Fe en Roma, y los frutos que desde entonces, detrás de sus sucesores, se ha visto que intenta llegar a un entendimiento con ellos? Por supuesto, no es que la Fraternidad no haya dado ningún fruto después de haber empezado a tratar a estos romanos como si fueran católicos, pero en la crisis cada vez más grave -¡y que no amaina! – de la Iglesia, cuánto fruto real podría haber dado la Fraternidad si no se hubiera apartado a las almas con un mensaje contradictorio: “Sí, claro que los romanos son malos, ¡pero no pueden ser tan malos! Nos reconocerán si no les tratamos demasiado mal”.

No, ellos son realmente muy malos. Son los principales responsables de la destrucción de la Iglesia, de la que pende la salvación o la condenación de millones y millones de almas. Y siguen en ello, claramente, con el último Motu Proprio del Papa Francisco. Como tampoco han dejado de hacerlo, en los últimos 60 años. Entonces, ¿cómo es que el Arzobispo lo vio tan claramente y no sus cofrades ni sus sucesores? Por la fuerza y la pureza de su fe.

Kyrie eleison

Señor, yo creo, pero dame creer más.

¡El mundo entero que me rodea es tan propenso a engañar!