Eleison Comments in Spanish

COMENTARIOS ELEISON DCCXXVIII (26 de junio de 2021): VERDAD Y AUTORIDAD – II

Se puede estar o no de acuerdo con la afirmación de estos “Comentarios” de hace dos semanas (#726, 12 de junio) de que en el Vaticano II (1962-1965), la Verdad católica se separó, en términos generales, de la Autoridad católica, pero en cualquier caso es una posición que explica en gran medida la amplitud y profundidad de la confusión sin precedentes que reina dentro de la Iglesia católica desde entonces. En efecto, los católicos que se aferran a la Verdad se aferran ferozmente porque saben que es indispensabile per la Iglesia, mientras que los católicos leales a lo que parece la Autoridad son ferozmente leales porque también saben que no hay Iglesia católica si no hay Autoridad. Como decía Monseñor Lefebvre, fue la obra maestra del Diablo el haber arrojado a los católicos por la “obediencia” (a la Autoridad) a la desobediencia (a la Verdad). De este diagnóstico se desprenden importantes conclusiones –

1 Dado que la Verdad católica es inmutable en lo esencial, es la Autoridad la que tendrá que volver a la Tradición para que la crisis y la confusión causadas por la ruptura entre la Verdad y la Autoridad lleguen a su fin. Ahora bien, por su verdadera definición, la autoridad sólo puede venir de arriba: “Si Dios no existe, no tengo razón para ser oficial del ejército”, dice un personaje de Los demonios de Dostoievski. Por lo tanto, sólo Dios puede volver a poner al Papa en pie, y nos ha dicho a través de Su Madre en Fátima cómo lo hará – a través de la Consagración de Rusia por parte del Papa a Su Inmaculado Corazón en unión con todos los obispos católicos del mundo. Pero sólo cuando un número suficiente de católicos rece por esa Consagración, ésta se producirá.

2 Mientras tanto, en la Iglesia existe necesariamente, de arriba a abajo, un estado de desorden que, en palabras del proverbio, “hay que soportar porque no se puede curar”. Dios Todopoderoso no ha dejado de ocuparse de su Iglesia, es más, está utilizando la crisis para sacudir los frutos podridos del árbol. Él sabe muy bien lo que hace, de modo que no es el momento de dejar de creer en la Iglesia católica, como tampoco habría sido el momento de dejar de creer en la divinidad de Nuestro Señor si hubiéramos sido espectadores o transeúntes en el primer Vía Crucis de Jerusalén, mientras Nuestro Señor pasaba tambaleante delante de nosotros. Y sin embargo, humanamente hablando, ¡cuántas razones habríamos tenido, ante ese espectáculo, para no creer! Hoy, divinamente hablando, cuántas razones tenemos para creer en el futuro de la Iglesia. En el fin del mundo será aún más sacudida de lo que está siendo sacudida hoy, y sin embargo el Anticristo traerá el mayor triunfo de la Iglesia en toda su historia.

3 Por eso los católicos necesitan hoy una confianza ilimitada en la Sabiduría y la Omnipotencia de Dios, a pesar de todas las apariencias. Un día, los pobres desgraciados que ahora gobiernan el mundo y que planean completar su poder sobre todo hombre mediante una combinación de inyecciones desde el interior y radiaciones desde el exterior, se derretirán, como dice el salmista, como la cera ante el rostro de Dios. Se han vuelto como las máquinas que adoran. Tan poca noción tienen de Dios, o del espíritu que se eleva por encima de la materia, o del libre albedrío, que realmente planean convertir a los seres humanos en robots. Dios se ríe de ellos, dice de nuevo el salmista (Salmo 2). A nosotros nos corresponde dar a Dios todo el honor, el amor y la gloria que le está faltando por parte de ellos, y a su Madre todos los Rosarios que pide para poder interceder ante Dios por su conversión y salvación y la nuestra.

4 Y, finalmente, en medio de toda la confusión actual y la falta de autoridad, los católicos necesitamos esa caridad, especialmente hacia nuestros compañeros católicos, que cubre una multitud de nuestros propios pecados y que prepara la restauración de la Iglesia del mañana. Puede que yo conozca la Verdad, pero “el conocimiento inflama, mientras que la caridad edifica”, dice San Pablo. Incluso los globalistas y los banqueros no son hoy mis verdaderos enemigos. Estos son todavía “principados y potestades”, “gobernantes mundiales de esta oscuridad presente”, “huestes espirituales de maldad en los lugares celestiales” (Ef. VI, 11). La verdadera guerra es espiritual, contra los ángeles caídos, y está en primer lugar en mí mismo.

Kyrie eleison.

¡ Que ciegos están los que hoy conducen al mundo !

Es que la Iglesia catolica ha perdido su sabor.